El Parque Nacional Los Alerces tiene infinidad de actividades y lugares para disfrutar, pero de entre todos ellos sobresalen las navegaciones en el Lago Menéndez para conocer al alerce abuelo o lahuán.
Hay dos empresas que prestan el servicio, cada una con diferentes características. Pero en ambos casos, permiten llegar hasta el Puerto Sagrario, donde se realiza una caminata en el bosque hasta los pies del gigante de 2600 años de antigüedad.

El Lago Bagillt es un lugar mágico. Tras recorrer el camino de acceso en 4x4 se realiza una caminata que varía de acuerdo al momento del año y que, actualmente, insume unos 30 minutos hasta el lago. Una vez allí se puede avanzar hasta el Refugio dle Cerro Cónico, límite con Chile. Es una excursión de dificultad media, pero la belleza del paisaje bien vale el esfuerzo.

En la visita a la chacra, tras un recorrido cultural de la mano de Paola y su familia es posible conocer a fondo la procedencia y características del cultivo y del azafrán.
El trabajo que hay detrás del cultivo y sus múltiples aplicaciones en el área de salud y belleza. Visitar la plantación, degustar una infusión de azafrán que puede ser un blend, un café, o un shot de Gin con azafrán. Experimentar sobre la piel, las cremas hechas con sus pétalos y por supuesto adquirir los productos.

El Valle de Trevelin se ha ganado un nombre propio en el mundo del vino a fuerza de alumbrar etiquetas innovadoras, de altísimo nivel y, sobre todo, con una personalidad única.
Las visitas guiadas a los viñedos te permiten conocer todo el trabajo que hicieron los propietarios para convertir cada establecimiento en viñedos de prestigio en este rincón de la Patagonia.
Casa Yagüe, Viñas del Nant y Fall y Contra Corriente confirman un circuito que merece el nombre de Ruta del Vino.

El final de este recorrido de cinco jornadas intensas, le recomendamos finalizar conociendo los Museos Cartref Taid (Tumba del Malacara) y Molino Andes. Están uno a 100 metros del otro y se complementan a la perfección para contar la vida y las hazañas de los primeros colonos galeses en la región. Para terminar el paseo, nada mejor que un té galés, que combina en iguales dosis identidad y alta calidad en los productos que pueblan la mesa.